«Soy de la idea de que el aparato teórico debe ser desmontado»

ENTREVISTADO POR JOSÉ MIGUEL CABRERA KOZESIK – EDITOR DE CARTÓN PIEDRA

En 2003, Raúl Vallejo publicó El alma en los labios, novela basada en la vida de Medardo Ángel Silva. El material que había recopilado para poder escribir un estudio sobre el poeta guayaquileño (que acompaña a las Obras completas que editó el Municipio de Guayaquil) sirvió para la ficción, una tarea que continuó en El perpetuo exiliado (2016), novela sobre el cinco veces presidente José María Velasco Ibarra. Ahora, con su tesis doctoral, mantiene la documentación que ha decidido publicar en forma de relatos biográficos para huir del lenguaje y la estructura académica. Patriotas y amantes es el título de este volumen de ensayos que se adentran en la vida personal de cuatro intelectuales de la historia política ecuatoriana y colombiana. Se trata de una narración construida desde la correspondencia de Simón Bolívar y Manuela Sáenz, José Joaquín de Olmedo, Juan León Mera y Jorge Isaacs.

Tal vez los detalles de sus gestas libertadoras y políticas ya están muy contadas, pero sea como mártires, fundadores, poetas, escritores o pensadores, en el libro de Vallejo hay una cosa que es clara: la cotidianidad de estos personajes dejó su huella en nuestra historia política.

 

Patriotas y amantes está lleno de cartas y documentos, algo que ya usaste en El perpetuo exiliado. Pero ¿es muy distinto, tratándose de una tesis doctoral?

Cuando escribí El alma en los labios, una novela sobre Medardo Ángel Silva, estuve en el archivo de EL TELÉGRAFO, viendo todo su trabajo como Jean d’Agreve, y leí todas sus crónicas. El trabajo teórico me llevó a la ficción. Fue como un ensayo de lo que sería El perpetuo exiliado, en el que trabajé para generar los elementos literarios de la novela, los diarios, las cartas, las memorias, y crear documentos basados en investigación histórica pero que son de ficción. Mi tesis doctoral la hice como un libro, porque no quería un ensayo académico, con la estructura o el lenguaje de un trabajo académico, sino una narración de la historia con rigurosidad documental pensada para un lector de historias.

 

El rasgo académico que conservas son las notas al pie.

Soy de la idea de que el aparato teórico debe ser desmontado. Cuando construyes una casa, no quedan los andamios. Pues es lo mismo: el andamiaje teórico uno lo usa cuando debe citar adecuadamente, pero no me interesa mostrar las lecturas teóricas que he tenido, sino construir una narratividad de la historia que permita al lector adentrarse, a través de relatos, en las tesis que estoy desarrollando.

 

¿Qué tienen en común estos personajes fuera de la política?

Eran personas que trabajaban con la palabra. Bolívar era un intelectual en un sentido amplio del término, con una formación neoclásica, pero con un espíritu romántico de la libertad, de la creación. Si uno alcanza a ver los 30 tomos de la obra de Bolívar, se da cuenta de que está ante una persona que cree mucho en la palabra. Bolívar era alumno de Simón Rodríguez, el gran pensador latinoamericano que cree absolutamente en el poder de la palabra y en la necesidad de la educación. Es la palabra lo que lo define. Lo mismo Olmedo, y no se diga de Mera o de Isaacs.

 

Patriotas y amantes habla de luchas de independencia y fundación, con Bolívar, Manuela y Olmedo, pero ¿qué hay con Juan León Mera?

Se trata de reivindicar una figura que en el siglo XX sufrió mucho por su relación política con García Moreno. Mera es, en resumen, el paradigma del intelectual latinoamericano del siglo XIX: él escribe la primera novela con intención de ser novela, pues La emancipada es un relato; es el fundador de la Academia de la Lengua, el primero que recopila trabajos de la literatura popular en lengua kichwa y los traduce, lo que Paulo de Carvalho Neto, en su Diccionario del Folklore Ecuatoriano, señala como el primer estudio de antropología cultural. Mera es el precursor del indigenismo, es el primero que hace un trabajo académico, sistemático sobre la crítica de la poesía ecuatoriana, o sea, funda el canon y tiene la audacia de decir que el primer poema es un poema kichwa llamado ‘Atahualpa huañui’.

 

Y lo recordamos por el himno…

… Y además, por si fuera poco, es el autor de la letra del himno nacional.

 

Todos son personajes presentes en nuestra cultura popular. Por ejemplo, María, de Jorge Isaacs, aparece en un motón de audiovisuales colombianos…

Isaacs escribe en 1880 La Revolución radical en Antioquia, un libro que hoy llamaríamos de coyuntura, sobre un fallido golpe de Estado que da él mismo en Antioquia, que era como departamento independiente, porque era todavía la Colombia federal. Isaacs es un explorador, y recoge la tradición oral de los pueblos de la Guajira. María tiene un problema con su circulación, e incluso hay un sacerdote jesuita llamado Pablo Ladrón de Guevara que censura la novela por unos pasajes que dice que pueden perturbar a los jóvenes. Él está hablando de la sensualidad del lenguaje de María, que es lo que hace que todavía se pueda leer con mucho gusto.

 

Hay un disparador emocional al descubrir amistades como la de Isaacs y José Asunción Silva…

Uno encuentra que hay en efecto un proceso de humanización… Porque cuando hablas del «escritor Jorge Isaacs, autor de María», queda tal vez como alguien que no ha tenido cotidianeidad y eso no es cierto. No somos la máscara del escritor únicamente. Isaacs era mayor, pero frecuentaba la casa de Silva, y se conmueve mucho con la muerte de su hermana, Elvira Silva, de 21 años. Son cosas que no necesariamente se saben. Uno las conoce después de un proceso de lectura y de investigación.

 

Hay algunas cartas que citas como parte de colecciones privadas. ¿Qué tan difícil fue conseguirlas?

No siempre están a la mano, pero hoy muchas cosas están digitalizadas, y eso lo facilita. Si no fuera por la digitalización de todos los archivos del siglo XIX en la Biblioteca Aurelio Espinosa Pólit de Cotocollao, no sé cómo hubiera tenido acceso a los documentos de Mera. Antes los historiadores se jactaban de estar cogiendo el documento original, pero si lo hiciéramos hoy, lo destruiríamos. Para acceder a todos los ejemplares de El Escolar, que era el periódico de la Superintendencia de Popayán, y que fundó, dirigió y en el que escribió Jorge Isaacs, tuve que acceder al fondo Isaacs de la Biblioteca Nacional, y ver todos esos documentos digitalizados. Esa es la democratización del conocimiento. No tiene sentido irme a donde están los archivos, el único sentido que tiene es un fetichismo por el documento como tal.

 

Una carta te da una mirada privilegiada sobre la vida de los personajes, aunque ellos escriban con tantas florituras…

Son documentos privados que te permiten construir el retrato de ese personaje público. Son justamente esas cartas las que van a determinar su espíritu. Siempre digo con una sonrisa que mientras Bolívar y San Martín se estaban entrevistando, Manuela le estaba mandando mensajes para saber a qué hora la iba a ver por Babahoyo. Lo cual significa que un hombre público puede estar definiendo el destino de América, y al mismo tiempo ser movido por sus pasiones personales.

 

Son cosas que podrían considerarse irrelevantes para la historia. Pero Manuela fue importante para la entrevista con San Martín…

Se conoce popularmente a Manuela como la amante de Bolívar, lo cual es incorrecto desde todo punto de vista. Bolívar era el amante de Manuela, porque ella estaba casada. Su relación no era exclusivamente sentimental, estaba signada por la política. Cuando se separaron, en mayo de 1830, quien queda guardando la espalda de Bolívar en Bogotá es Manuela, y siendo objeto de venganzas de todos los que eran enemigos de Bolívar. Ella sufre el destierro y le quitan la renta de coronel del ejército libertador.

 

Fue todo un descubrimiento la carta de Sucre diciendo que Manuela disparaba en el campo de batalla…

¡Eso es increíble! Manuela no solamente estaba en la retaguardia atendiendo a los enfermos, también se enfrentaba militarmente. El grado de coronela se lo gana en el campo de batalla en Ayacucho, y quien lo pide es Sucre, no ella. Y Santander, que la odiaba porque decía que intrigaba, se quejaba, decía que cómo era posible que a esa mujer la ascendieran a coronela. Eran intrigas políticas propias de la época.

He leído mucho, y tengo anotado mucho, pero el trabajo de escritura es el que trata de condensar lo menos académicamente posible toda la investigación. Si he logrado eso, es lo que me proponía. CP