Entrevistado por Jorge Miño P.
Revista Artes, La Hora, Domingo 21 de noviembre de 1999
Ha ganado casi todo. Son las 5 y 30 de la tarde y nos recibe en la Universidad Andina Simón Bolívar. Loa amplios cristales de su oficina están marcados con cruces de cinta adhesiva, por las posibles explosiones del Guagua Pichincha. A la cabecera de su silla de trabajo las manchas negras de un cuadro revelan un Don Quijote a caballo y armado con lanza. El escudero es una computadora, de género windows, que lo acompaña en sus vuelos solitarios. De clara mirada, sus ojos son dos peces verdes que descansan en una urna de cristal, salpican y se exponen con mansa certidumbre para afirmar con sus brillos y responder sin vacilaciones.
¿Cuáles fueron sus primeras lecturas?
Comencé a leer muy temprano, a los 10 años. Recuerdo que tuve una de esas enfermedades en que uno tiene que estar echado en la cama y una prima mía me regaló una novela. Era, todavía lo recuerdo: Adiós a las armas, de Hemingway, y después leí casi todo lo que caía en mis manos. Entre los diez y trece años, creo que leí muchas cosas, no se qué visión tendrían entonces ellas, pero de todas maneras las leía.
¿Qué esta leyendo ahora?
Estoy en cosas muy diversas. Por razones académicas tengo que dar un curso sobre Gabriel garcía Márquez. En este momento estoy en El otoño del patriarca, y al mismo tiempo tengo otras lecturas. Leo “Seda”, del italiano Alessandro Baricco; es una novela muy sutil, delicada como la seda, pero con fuerza también y la perdurabilidad que tiene la seda. Es un trabajo del lenguaje donde el erotismo está presente.
Las ideas en sus cuentos, ¿cómo nacen?
Como siempre digo, depende del cuento. Cada uno tiene su propia historia, pero en general yo trato de tener presente qué es lo que quiero comunicar y eso implica luego la construcción de una historia. Creo que los cuentos deben contar historias y eso arma la secuencia de la historia. Cuando yo voy a escribir una historia, creo tener casi toda la secuencia elaborada. No me gusta empezar con nada. Puede ser que eso, en el transcurso de la historia, se modifique, porque no es algo muy rígido. Es como ver una película y luego contarla. Exactamente me parece que esa es la idea.
¿De qué se trata su novela Acoso textual?
Del ser fragmentado, de la posmodernidad; está metida en el mundo de las redes cibernéticas, del Internet. Es la historia de una persona que esta encerrada en una habitación y que solo se relaciona con el mundo a través del correo electrónico. Pero, en cada ocasión, asume una personalidad distinta. Eso crea una red de problemas, de complejidades humanas.
¿Se ha vuelto adicto del Internet?
Lo manejo bien, he trabajado mucho con Internet y navego. La Internet se ha vuelto para mí un instrumento de trabajo, ya no de juego o de búsqueda; un espacio sin fronteras: en la novela, por ejemplo, los personajes viven en Washington, en San Antonio, en Barcelona, en México…
¿Existen temas recurrentes en su creación literaria?
Lo que me interesa a mí es la condición humana. Trabajo sobre temas como la soledad, el amor, la búsqueda interior.
¿Que viene después del Tratado del amor triste [Huellas de amor eterno]?
Cuando estoy trabajando no me gusta hablar de lo que estoy haciendo. Simplemente, me gusta trabajar más bien en silencio… a veces los proyectos no salen. En literatura sucede mucho que se está metido en un proyecto, y después de un año, se da cuenta de que no funciona, y se tiene que comenzar otra vez. Tratado del amor triste es una colección de cinco textos independientes pero unidos bajo una sola temática: la búsqueda del amor, el hecho de que los seres humanos, a pesar de que puedan intuir de que no van a lograrlo, igual, siguen buscando. En la colección, algunos cuentos quedaron afuera. ¿Por qué no salieron? porque no encontraron lugar. Siempre pasa, quizá cuadren en otra cosa, quizá se mueran… yo no tengo nada que ver.
¿Cuándo escribe? ¿Cuándo es su mejor hora?
Creo que paso escribiendo todo el día, en un sentido, es decir: cuando estoy metido en un proyecto como que ando pensando todo el tiempo en el proyecto, eso significa que ando tomando fotos, imaginando párrafos enteros, personajes, situaciones… Y bueno, cuando puedo, escribe, depende del día. A veces, una buena hora es la noche, eso es indistinto, porque depende de la propia actitud. A veces uno está muy cansado para escribir en la noche y prefiero levantarme temprano para escribir.
¿Qué aconsejaría a los escritores en formación?
Creo que quien pretende ser escritor debe leer mucho, sobre todo los clásicos, tener una formación fuerte en lo literario. Estar embebido en el arte, es decir, una persona que escribe tiene que ir a conciertos, tiene que ir al teatro, tiene que ver películas, tiene que ir a exposiciones, tiene que tener sus sentidos abiertos al arte. Aceptar que el proceso de escritura es un proceso solitario y en cierta medida triste. ¿Por qué digo esto? Porque hay que escribir mucho, hay que romper mucho, hay que sacrificar mucho. Y lo peor de todo es que uno debe acostumbrarse al silencio. Es decir cuando uno escribe, no tiene a los lectores que le digan: “me gustó o no me gustó”. Simplemente es un silencio. Y ese silencio hay que llenarlo, creo que con el pensamiento crítico de la propia obra. Por eso, ganar un concurso siempre es estimulante, pero solo es una circunstancia. Creo que nadie debe desilusionarse por no ganar un concurso, ni nadie debe pensar que ha llegado a lo máximo porque ha ganado uno. Pero sí, creo que es una circunstancia estimulante. Es uno de los poco momentos en que ese silencio que acomete al escritor frente a su obra se rompe. Porque es como un reconocimiento de que lo que ha estado haciendo estaba más o menos bien, porque hay un jurado que coincidió en que tu obra estuvo bien. Estimulante, pero hay que darle la medida exacta. En este sentido yo utilizo al imagen de que un escritor cuando gana un premio es como un escalador de montañas que llega a la cumbre y no le queda sino que bajar en silencio.
¿Alguien ha guiado su trabajo literario?
Alguien que ha marcado mi disciplina literaria es Miguel Donoso Pareja. Recuerdo que llegó de México en 1983, participé en los talleres que él dirigía en Guayaquil. Creo que también le debo a maestras de la Universidad: Cecilia Ansaldo, Cecilia Vera de Gálvez, son unas personas que marcan, no tanto una vocación, porque la vocación viene en uno desde antes, sino una disciplina de trabajo y un marco crítico teórico interesante. Donoso Pareja nos ha enseñado a leer con mucha criticidad y a tener un poco de dureza para con el trabajo de uno mismo.
¿Equipo de fútbol favorito? Barcelona
¿Personaje? Cristo, Bolívar, el Che
¿Ciudad? Buenos Aires
¿Pintor? El trabajo de lo jóvenes, Egüez por ejemplo. Velarde de Guayaquil. Montesinos en Cuenca, el propio Carrasco que trabaja mucho en cobre.
¿Comida? Me gusta cocinar, creo que es una manera de meterse en la sensibilidad de ciertas texturas. El cocinar es tomar contacto con cosas materiales pero sensibles.
¿Bebida? Martini seco
¿Árbol? Arupo
¿Flor para regalar? Orquídea
¿Esencia? Pachulí
¿Un miedo? A quedarme ciego y no darme cuenta de mi estupidez.
Pronto circulará el Tratado del amor triste [Huellas de amor eterno], ya ha obscurecido. El cielo de Quito conserva un filamento durazno que se va degradando para congeniar con la noche. Raúl Vallejo recibe otras visitas que aguardaba. Le dedica la misma calidez con que nos ha recibido. Lo que vendrá es un secreto, lo que tenemos de él esta en la librería, lo que no sabemos de él quizá nos cuenten en otra historia. Un ilustre contemporáneo ha dialogado para Artes. Deseamos, desde este espacio, que sea pronto el tiempo que le toque decidir, para beneficio de sus lectores, aventurarse sobre otra colina en su humana condición de andinista de las letras.