Entrevistado por Milagros Aguirre
Diario El Comercio, 23 de marzo de 2003, C10
¿Desde cuándo la poesía?
En 1995, mientras estudiaba en College Park, tomé un curso de poesía española del siglo XX; quedé deslumbrado —ya en una lectura adulta y con toda mi formación a cuestas—, con el Juan Ramón Jiménez de Animal de fondo; con el García Lora de Poeta en Nueva York, con el Miguel Hernández de El rayo que no cesa; con el Guillén de Cántico; con el Cernuda de Donde habite el olvido. Y, de pronto, en medio de ese deslumbramiento, me encontré con la urgencia afectiva de la escritura de poesía, con la necesidad personal de la palabra poética.
¿El Eros, el amor, el deseo, musas inspiradoras de la poesía o de la poética de Vallejo?
Ciertamente, el Eros atraviesa la poética de Cánticos para Oriana. En este libro propongo una celebración del amor, del deseo, de los cuerpos. Esa celebración, ese ritual, se da desde la constatación de que la eternidad del amor sólo es posible en la fulgurante fiesta del instante. Y, además, en la asunción de una condición existencial del ser humano: la posesión total del ser amado, como anhelo permanente del ser amante, es, desde mi particular perspectiva, imposible. Este libro, en definitiva, propone la realización plena de la carne, que se sabe perentoria, pero también intensa.
¿Cómo viene la poesía y cómo viene el cuento?
Para mí, son dos espacios de escritura completamente distintos. Requieren de una actitud personal diversa. Para la poesía, necesito bucear en mí, viajar hasta ese fondo sin fondo que es mi ser íntimo —aún cuando me ubique en el mundo—; para el cuento, husmeo hacia fuera, camino en ese espacio infinito que estalla en el mundo —aún cuando transite las interioridades de los seres que habitan la historia que escribo—.
¿Por qué Oriana?
Oriana no es “la” mujer. Oriana es una mujer. Oriana es la mujer que Constantino, el hombre, ama. Tiene su origen en el ser amado por el que partió hacia el mundo el caballero Amadís de Gaula. Sólo que ahora, invirtiendo el símbolo, es el ser transeúnte que deja su huella indeleble en el costado de un hombre que espera, que reconoce la condición efímera de la entrega.
En el país abundan los poetas. Es el género que más se publica, a cuenta de que de poetas y locos todos tenemos un poco ¿Qué es la poesía en serio?
Para mí, la poesía es una fiesta. Y cada fiesta tiene su propia música. La seriedad, me parece, tiene que ver con la manera cómo uno asume la escritura, no sólo de poesía sino de todo tipo de texto estético. En la escritura hay que buscar, como decía el cubanísimo Lezama Lima, la dificultad. Con ello no quiero decir que hay que volverse críptico; me parece que se trata de buscar esa forma poética en la que lo contextual sea olvidado y en su lugar permanezca sólo el hálito de la palabra poética.