En Cuba, jurado del premio Casa

Feb 3, 2019

Raúl Vallejo estuvo en Cienfuegos y La Habana, del 20 de enero al 1 de febrero de 2019, cumpliendo una apretada agenda de trabajo como miembro del jurado de poesía del 60 Premio Casa de las Américas.

El lunes 21, tuvo lugar la presentación de los jurados al público, Jorge Fornet, director del Centro de Investigaciones Literarias, leyó una ficha bio bibliográfica de cada uno de los miembros del jurado. Luego, el poeta Roberto Fernández Retamar, presidente de la Casa, hizo un recorrido apretado, acentuando el sentido literario del premio, de sus sesenta años de historia.

A la tarde, los jurados viajaron a Cienfuegos, en donde permanecieron hasta el domingo 27. Durante la estadía, los jurados leyeron los libros participantes, seleccionaron aquellos que consideraban finalistas para una nueva lectura de los mismos y centrar la deliberación para el premio sobre ellos. En poesía participaron 224 libros. Cada uno de los miembros del jurado de poesía, conformado por Áurea María Sotomayor, de Puerto Rico, Soleida Ríos, de Cuba, y Raúl Vallejo, tuvo a su cargo la selección de los finalistas de entre más de setenta libros que les fueron asignados a cada uno. No obstante, cada miembro del jurado tenía el derecho de solicitar para su lectura cualquiera de los otros libros participantes.

En Cienfuegos, los jurados visitaron el centro histórico guiados por el conservador de la ciudad, Irán Millán Cuétara, quien mostró los trabajados de restauración del teatro Tomás Terry, con motivo de la celebración de los 200 años de fundación de la ciudad, que se conmemoran el próximo 22 de abril.

Con el jurado en el parque central de Cienfuegos

El jueves 24, Vallejo acudió a la Escuela de Artes “Benny Moré” en donde dialogó con los estudiantes de los últimos años. La visita, que se prolongó por espacio de casa dos horas, fue un ameno conversatorio entre los estudiantes para artistas y el eterno aprendiz de brujo, como se considera Vallejo. «La formación temprana en artes permite el descubrimiento de talentos que serán, más tarde, los animadores de la escena cultural de su país», señaló Georgina Fuentes, directora de la escuela.

El viernes 25, luego de la primera sesión de trabajo de los jurados destinada al intercambio de pareceres críticos sobre lo leído, el grupo visitó Trinidad, en la provincia de Sancti Spiritus. En Trinidad, luego de conocer las edificaciones del centro histórico, los jurados fueron invitados a degustar la canchánchara, considerado el primer cóctel cubano de la historia. Se dice que el general Máximo Gómez, luego de una batalla victoriosa, ofreció a su tropa de mambises el trago que está hecho a base de jugo de limón endulzado con miel, al que se le añaden aguardiente de caña y tres cubos de hielo.

El lunes 28, ya en La Habana, el jurado de poesía, en el marco de una serie de actividades de los jurados durante la semana, ofreció un recital en la sala Manuel Galich de la Casa de las Américas. En el recital, Vallejo leyó textos de su poemario inédito Autorretrato, modelo 1959.

El jueves 31 a las siete de la noche comenzó la ceremonia para anunciar los libros premiados. Correspondió a Raúl Vallejo la lectura del veredicto del premio de poesía, que fue para Yaraví para cantar bajo los cielos del norte (biografía no autorizada de un Banksy sudamericano), de Juan José Rodinás (Ecuador).

En su veredicto, el jurado señaló que el libro de Rodinás «es un texto donde se destaca la vocación de unidad  y en el que se funden en una sola textura, extraordinariamente lograda, el ámbito verbal y el visual, mediante un lenguaje pulcro, impactante e imaginativo. El viaje, entre onírico y alucinado, por donde fluye fragmentariamente un cronograma de la vida de un grafitero, se plasma en un lenguaje abundante en sinestesias y metonimias. El poemario está construido sobre el marco de una voz cuya angustia se contrapuntea con la reflexión sobre la acción de mirar: una desconstrucción en movimiento perpetuo donde la inteligencia y la lucidez resultan en una realidad saturada de fantasía e impregnada de una desintegración luminosa. Cantar, así como pintar, rebasan sus respectivos ámbitos para yuxtaponerse en espacios deseantes».

Vallejo recordó que la primera edición del premio la obtuvo, sesenta años atrás, el también ecuatoriano Jorgenrique Adoum con su libro Dios trajo la sombra.

Lectura del veredicto

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