Silva fue un cisne que le cantó a la muerte

Diario El Comercio, Quito, domingo 14 septiembre 2003.

¿E1 alma en los labios es una novela histórica o un gran documento biográfico sobre Medardo Ángel Silva?

No me propuse escribir ni una novela histórica ni una biográfica. Es un trabajo meta-literario sobre el poeta y la poesía. Pero como tomé a un personaje real hice una investigación histórica rigurosa de su tiempo y biográficamente exacta.

¿Cuál es el sentido de organizar al libro no en capítulos sino en estancias? ¿Qué se evoca?

Precisamente evoca una forma de la escritura poética de Silva: las estancias. Entonces, se distinguen Estancia primera, para la niñez y la crisis familiar de Silva; Interludio, para el poeta y sus amores; Estancia segunda, el poeta y la literatura de inicios del siglo XX, y Epílogo, con la muerte.

¿Cuándo ingresa Silva en sus búsquedas literarias?

Viví casi toda mi vida en Gua­yaquil y descubrí su poesía en el Colegio Cristóbal Colon. Y en esos años tuve la oportunidad de entrevistarme con Rosa Amada Villegas (una novia del poeta) y fue un encuentro emotivo y revelador. Ella me enseñó manuscritos, poemas y regalos que le daba Silva. En ese entonces me entusiasmé y escribí un texto sobre el poeta frente a esta relación.

¿Qué recursos narrativos se citan en esta novela?

Es un texto construido con pluralidad de lenguajes. Trabajé mucho la reconstrucción de un lenguaje modernista, en la Estancia primera, para evocar al poeta y reconstruir su obra. También está una narración con tesitura de crónica periodísticas, pues el poeta escribía para El Telégrafo la serie “Al pasar” bajo el seudónimo de Jean D’Agreve. En la Estan­cia segunda me decido por la crónica porque es Jean D’Agreve quien va a contar la muerte del poeta.

Descontando el relato so­bre el suicidio del poeta, ¿cuáles son los momentos vibrantes de la novela?

Está, por ejemplo, la presentación de Ana Pavlova al poeta bailando “La muerte del cisne”. El cisne es el símbolo de la poesía modernista y se dice que el ave canta antes de morir. Asimismo, Medardo Ángel Silva hace de su poesía ese canto y allí anuncia su muerte. Otro momento es cuando el poeta quema sus libros porque no se venden. Aquello es un sacrificio, una primera muerte.

¿Guayaquil es un personaje de El alma en los labios?

Tuve la necesidad de recons­truir y hacer sentir a ese Guayaquil por donde el poeta andaba, con ese puerto que tiene que ver con la producción del cacao, los astilleros, la celebración del centenario de la independencia y la conclusión de la pilastra de los próceres, un símbolo de la ciudad. Jean D’Agreve, como narrador, le dedica algunas páginas a este acontecimiento.

En el camino de su literatura, ¿por qué fue este el momento de concebir El alma en los labios?

Abordar la historia personal y la obra de Medardo Ángel Silva ha sido una  de   las constantes de mi creación literaria. Yo ya había escrito Toda temblor, to­da ilusión lo cual evidencia esa inquietud por el poeta y su poesía, pero en ese texto el personaje era Rosa Amada. Entonces quedé en deuda con el creador, pues él marca esa transición literaria del país de la tradición a la modernidad.